En las comunidades wichí del departamento Ramón Lista, la música y el canto se han practicado y se practican, básicamente en ámbitos religiosos utilizando himnarios europeos, que se trasuntan en una actividad musical que las aleja de sus raíces.
Esto ha hecho que en la actualidad, los jóvenes wichí canten obras de otras culturas, pero no las de su propio acervo que ha sido paulatinamente borrado.
A partir de la colonización europea en las primeras décadas del siglo XX, en el pueblo wichí se produce un período de aculturación forzada que fue en desmedro de los valores culturales propios.
La vivencia y el placer que la música significa históricamente para el pueblo wichí como así también para la mayoría de las comunidades indígenas de América, se fundamenta y se comprende por su íntima relación con la naturaleza y su comunión con ella.
Basta imaginar por un instante la enorme variedad de cantos de pájaros en selvas y montes en nuestro continente.
Esto generó nuestra decisión de comenzar a dar respuesta a sus expectativas y deseos que son “pasar de ser oyentes a ser protagonistas” de la experiencia musical. Es importante recordar que solamente un 5% de la humanidad lee música. Vivimos en un mundo de analfabetos musicales.
Desde el año 2004 y muy gradualmente, hemos comenzado a recorrer un camino de recuperación y promoción del quehacer musical en otros ámbitos de la vida cotidiana como la familia, la escuela, la comunidad. Este cambio se va logrando a través de talleres de Formadores Musicales que brindan una capacitación que potencia y enriquece las condiciones estético-musicales de los/as jóvenes.
Teniendo en cuenta sus condiciones innatas para la música, los talleres favorecen el desarrollo de la creatividad, tanto a nivel de la composición de las obras originales como en la construcción de instrumentos autóctonos.
La Numerofonía de Aschero que es el sistema que se enseña en los talleres tiene como objetivo socializar el protagonismo de los/as jóvenes, sin apuntar exclusivamente a los pequeños grupos más favorecidos, como sucede en diferentes ámbitos de todas las sociedades.
Por otra parte, la música wichí se ha desarrollado hasta mediados del siglo XX con tres instrumentos: yelataj chas woley (arco de boca), ts’unaj (arpa de boca) y kanohi (flauta de caña) que no son originarios de la cultura.
Y así como otras comunidades aborígenes poseen objetos sonoros de su cultura, también entre los wichí surge la necesidad y el deseo de crear y construir una serie de instrumentos con los recursos que el monte proporciona.